He vuelto a casa
las hojas amarillas de mi árbol favorito
bajan a adornar el jardín.
Mis madres me recibieron
con tiernos abrazos
y organizaron una fiesta para mí.
Mis hermanos, ahora lejos,
me dejaron escritas cartas de bienvenida
antes de partir
para cuando yo decidiera volver.
Ellos son los héroes
mas por razones que no entiendo
se desbordan en agradecimientos y admiración
hacia mí.
Nadie, absolutamente nadie,
reprochó mi ausencia,
mi silencio, mis errores.
Nadie se burló de mis canas, mis arrugas y mi panza.
Yo, ciertamente, me siento en deuda,
ellas me alimentan
e inspiran para poder retribuir,
aunque sé que nunca me van a cobrar.
Nadie duda, pese a todo,
ni siquiera un poco
de mi potencial,
pero la razón por la que me quieren
no es mi potencial.
Mi habitación estaba intacta y limpia,
esperándome también
con un par de juguetes que sobrevivieron mi infancia,
con un par de pósters de cuando quise encontrar mi identidad,
con sábanas firmes y frescas
y con el preciado bien de mi sonrisa
que se me había quedado atesorada en mi cofre de maravillas.
Ada, quién ni siquiera había nacido cuando me fui,
vino en medio de la noche a curar mis heridas
y me dejó una bebida que me ayudó a dormir.
Yo ya no sé cómo se duerme.
Hoy desperté
y en este lugar a la vez
tan propio y tan extraño
soy joven otra vez
soy ligero otra vez
y otra vez
no estoy solo.