El árbol replegado en la semilla, refugiándose de la prisa con que la brisa lo empuja desde todas direcciones contra sí mismo. La vida replegada en su núcleo tratando de preservar el aliento mientras se extienden codiciosas las ramas y las raíces de los otros seres. Y ante lo que a penas podría llamarse una fogata el niño acurrucado en la casita abandonada para que el mal no lo encuentre como antes lo hiciera el olvido. Después de hibernar un retoño despierta con la piel dorada. Luz, calor, espacio, de repente, humedad y nutritientes abundantes para el único superviviente del incendio. Ahora eres el bosque aunque te sientas tan pequeño.