Miro al núcleo de esta esfera adentrado ya tanto en el cielo que los conceptos de arriba y abajo han perdido el sentido. Continentes a la deriva flotando sobre océanos colgados en el cielo es lo que veo. Persigo el amanecer con mi mirada, el ojo de una tormenta se muestra como una espiral calmada. Aquí da lo mismo cualquier centro, cualquier vértigo, porque bien puedes decir que saliste a rodar sin control o que el mundo da vueltas alrededor tuyo mientras tú te quedas quieto. En algún punto de mi ascenso el manto celeste que me parecía antes inabarcablemente inmenso desnudó sus fronteras, y el aro concavo que dominaba el horizonte se tornó convexo. La noche demostró estar allí todo el tiempo y fue desenmascarada la ilusión de peso: la gravedad no es una fuerza, es una distorsión en el espacio-tiempo. La sensación de estar anclado a un campo magnético es solo nostalgia, es solo miedo. Tengo que de...