Tanto vibrato de fondo -a bajas frecuencias- termina por agrietar las columnas, aunque no lo escuches. Tantos contrastes nunca vistos te sacuden del dogma y del calendario a los que te aferraste. Tanta inocente complacencia en el misterio deja a las pupilas siempre dilatadas. Y las pequeñas y continuas dosis de serotonina conspiran diseñando una adicción incontrolable. ¿Acaso soy el pecado al que no puedes asomarte?
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