220 km/h
Con la misma prisa tus pensamientos vedados suceden y escapan, y tú apenas insinúas. Parece que tus palabras se tornan tenues pero es sólo la velocidad con que se alejan. Con la misma prisa correría mi sangre al verte si esta vía por donde te vas fuese un circuito y si tus ligeros e inagotables instintos te pidieran recogerme en la próxima vuelta. Así, cuando pase tu espíritu de nuevo, podrías por fin decirme tanto. Yo sería tu pasajero.