Hoy tuve una premonición acerca de ti y, gracias a los grandes y brillantes ojos de tu ser futuro, supe con la mayor certeza que me es permitida la razón por la cual lo divino llorará lágrimas de amor por ti. Te imagine salvaguardándome de este terrible hedor de la angustia del apego que se tiene que aferrar a algo. Flotabas en el aire, odiabas los fundamentos y yo era el médium de la Providencia: mi cuerpo era su voz, tu tacto la escuchaba. Apesta a dogmatismo y a mismidad, a olvido, a importancia y a propiedad; a afrenta y a pasividad. Quisiera poder amar, entender y escuchar a mi melancolía tanto como lo haré con tu cruel santidad. Heme aquí añorando lo que no sé si fue o será, o ni fue ni será, o si fue y será, eliminándome en aquel ambiente cálido y líquido propiciado por la muy roja aunque tenue llama de la entrega afligida de nuestras voluntades. Heme aquí enrevesado, confundido y, en el fondo, débil, impotente e inexpresivo. Mas a través de mis armas amputadas, consumidas, cohi...