Dos vidas distantes
resultaron ser vecinas
en un espacio replegado
por la fuerza de la afinidad.
Sus jardines anhelando fundirse
en un solo vergel
dieron a enredarse
en geometrías de vanguardia:
como las manos dibujándose,
la galería del arte del puerto
que está en el cuadro exhibido en ella
o el ojo que contiene a la galaxia
que contiene al ojo,
la casa de uno habita la casa del otro
y en la del otro habita la del uno,
solo que en vez de encogerse
infinitésimos
cada vez que se adentran,
crecen.