Ilumina más un diálogo que una epifanía,
esta es solo un episodio
en el círculo vicioso del narcisismo.
Tu espíritu no es un reino a conquistar
tampoco lo son campos
o los cuerpos.
No hay un héroe sin un pueblo,
absorto en el sueño soberbio
de encontrarse en el fondo de sí mismo.
No hay libertad sin alteridad,
no hay un yo
que no se reconozca en otros ojos.
La soledad es necesaria,
pero no primordial.
No tienes que aislarte de todo
para entender,
para sanar.
Y no bastan la fe, la razón o la voluntad,
engaños del culto al individuo
que es el arma de opresión
más poderosa que ha existido:
nos debilitan separándonos
y nos hacen sentir culpables
de nuestra precariedad.
Nos condena a estar deprimidos
buscando luz entre el hermetismo de los espejos
que rodean al vacío.
Tenemos que unirnos.