Fantasma
Humedad,
electricidad,
movimiento,
presión,
ritmo,
textura,
forma,
magnetismo,
temperatura:
tan diversos y sutiles son las fluctuaciones
que detecta el tacto,
tan pobres nuestras palabras
para distinguirlos.
Estamos en deuda de encomios
al misterio gozo del contacto:
la piel que acaricia es acariciada,
el cuerpo que toca se siente tocado
en reciprocidad inmediata,
sin demandarlo.
El cuerpo se reconoce como cuerpo en el encuentro.
El ojo que mira, en cambio,
no se ve mirando,
ni siquiera cuando contempla su reflejo.
La imagen de la efigie de un globo ocular
no es la visión vista.
Y, sin embargo,
el milagro de la atención:
ante una consciencia que ama
—aunque insondable—
se descubre lo profundo del otro.
Ante la magia que revela
lo impercibible
tus ojos se transforman en mirada
y mi espíritu deja de ser un fantasma.