sin extrañarme por los misterios del baile y las caricias
durante aquel tiempo me entendía solo
con las flores
de día una fiesta de aromas y colores
en el ocaso el amparo del guayacán
que me dejaba ser parte
de su amarillo tapiz
no había palabras
ni vértigo del vacío individual
no había árbol persona y jardín
había comunión de la luz y la savia
la tierra era un océano
tejido de sentir
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