cada espacio vacío entre ellos al que puedan culpar
de la maldición por la que son dos cuerpos separados.
Y aunque están siempre en movimiento cada una de las cosas
resuelven destruirse conforme a la prisa con que chocan
celosas de que alguna otra reclame el mismo lugar.
Ridículas y fatigosas resultan estas ansias
mientras la nada circunda y constituye a las substancias,
simples espejismos en el desierto de lo real.
Cuando al fin colisionen Andrómeda y la Vía Láctea,
cambiaran los paisajes durante majestuosa danza
pero ninguno de sus planetas se desintegrará.
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