querido Séneca,
parecías tener algo de prisa
en dejarnos solamente como ejemplo
de estoica serenidad
hasta el último momento de tu vida.
Prisa en demostrarnos
que en el alma nadie nos gobierna.
No fuiste traicionado por tu alumno,
ni víctima de una conspiración política.
Tu vida no fue arrebatada por el cuchillo,
ni por orden del tirano, ni por injusticia.El veneno que mató a Sócrates
tampoco la arrebató, ni la sevicia,
ni se escapó en la sangre diluida
con el agua de la bañera.
Tu vida retornó con el pneuma,
tu aliento vital particular
se fusionó con el cálido vapor
que constituye todo el cosmos.
Así tenía que ser,
lo sabías con certeza:
la puerta por la que todos saldremos
siempre ha estado abierta.
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