Tanto vibrato de fondo
-a bajas frecuencias-
termina por agrietar las columnas,
aunque no lo escuches.
Tantos contrastes nunca vistos
te sacuden del dogma y del calendario
a los que te aferraste.
Tanta inocente complacencia en el misterio
deja a las pupilas siempre dilatadas.
Y las pequeñas y continuas dosis de serotonina
conspiran diseñando una adicción incontrolable.
¿Acaso soy el pecado al que no puedes asomarte?
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