Aunque mi memoria sea, más bien, una facultad de evocaciones,
ante una paulatina pérdida de lo ocurrido hace poco
sólo queda aprender a ser más metódico:
en la mañana una hora de poiesis;
en la noche, una de olvido.
Recordar enlazar con armonía
lo que llama la atención y lo inconsciente,
y, llegado su momento,
aprender a ser diestro con los recuerdos.
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