Hoy sólo aguardo en una larga espera
mientras el día pasa húmedo y el viento frío.
Una espera larga en mi alma guardo
y a cada paso me pregunto si el hastío habrá de llegarme.
Mas un cierto entusiasmo palpita y me mantiene vivo
y la adaptación de una espontaneidad contagiosa.
Son algunas de las virtudes
de un tranquilo y alegre pesimismo,
en donde lo absurdo y trágico son razones para la fe
que convierte el mayor principio afectivo
en el más real principio cosmológico.
Hoy me pregunto también,
¿de dónde a aquí esta genial transformación
que hace del mundo una metáfora del sentimiento?
¿de dónde surgió esta genial, estética
y finamente absurda hermeneútica?
Por lo demás,
¿podré siempre sostener con tanto agrado
este sinsentido?
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