Sin una idea en que pensar
y carente de prototipos por desarrollar,
así llegó este demiurgo
a enfrentar su propio espacio-cosa-carente-de-forma.
Ni siquiera tenía una forma como modelo, ni un recuerdo,
ni una aspiración, ni una necesidad, y mucho menos un deseo,
sólo tenía una obstinada materia prima que se le resistía.
Pero si hoy tenemos aquí su producto,
ha de ser necesariamente
porque se le ocurrió alguna fantasiosa mentira
que inflara y diera valor a cada cosa,
y que diera algún ritmo y proporción
a las revoluciones que conforman al cielo y a las personas.
Fue a partir de esto que se creó después
el sistema de reflejos ilusorios y vacíos que se conocen como
la imagen ideal del mundo.
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