En un descuido dejé que mis células gritaran a la sublime sensibilidad
y viví en la superficie de tan bello poliedro irregular,
tracé un camino sobre su lozana "conciencia trascendental"
para poder ir y venir y volver y amar.
Me ví envuelto con el aroma lácteo de las nubes,
y aferrado a esa ligereza me hice menos denso y me elevé;
pude contemplar, desde allí, que tu casa parece un caracol,
y que la distancia que ahí de la puerta al jardín
es un tercio la que hay desde el apeiron hasta el corazón.
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