Llévame al bosque azul, melancólicamente azul, ahógame con tus azules lágrimas, cúbreme con la cortina roja del horizonte, corrompe mi espíritu de un pálido violáceo, envenena definitivamente las metáforas que disimulan mi vacuidad. Estoy dispuesto a morir allí, en esa oscuridad plena de colores difusos, despedazado por los gritos del arrebol púrpura, estropeado por el espíritu decadente de tu caballo blanco.
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