La Diosa, el espíritu lúdico que flotaba entre la Nada, compactó el vacío y lo hizo estallar. Y vio Ella estar divertida. Las partículas se agitaban, mientras la simpleza se agotaba. Las configuraciones estables que sobrevivieron al azar permitieron que tú y yo nos encontráramos en este día. Que tú me vieras a mí, y que yo te viera a ti, no es magia, no creas –aunque pareciera. Entre tanto, Ella se reía, pues mi valor no depende de nadie más, que de Ella.
Hoy mis amigos me enseñaban que en tiempos así se aprende de nuevo a amar. Más prospera será mi alma cuando tú también lo sepas.
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